Esto se acaba y conscientes de que es nuestro último día, hemos quedado con nuestro guía taxi a las 9:30 de la mañana. Sabemos que nos queda mucho por ver, pero Adel, nuestro conductor tiene muy claro el mejor itinerario. Empezamos en la ciudadela, un recinto amurallado que incluye tres mezquitas y varios palacios, hoy convertidos en museos. Me he animado a salir con la silla periódico en lugar de la maltrecha silla de ruedas, y aunque al principio voy bien, enseguida tengo que parar y darle uso. La mezquita de alabastro, y la vista panorámica que tenemos desde aquí de la ciudad son lo más destacado, aunque nos “zampamos” también un museo militar lleno de estatuas de gobernantes y militares egipcios, que finaliza con una exposición al aire libre de carros de combate y aviones de guerra.
Acabada la visita, el taxi nos recoge y nos lleva a visitar
las tumbas de la familia de Mohammad Ali, que tiene aquí enterradas a sus 5
mujeres y 30 hijos. Con tumbas de todos los tamaños, y diseños entre lo egipcio
y lo turco.
Para completar la visita cultural llegamos al “barrio copto”,
con la entrada franqueada por la policía y un control de seguridad, aquí
podemos visitar unas sencillas iglesias cristianas, y la única sinagoga de la
ciudad, yo aprovecho para “echar unas oraciones” cada vez que encuentro un
banco de madera libre.
Impresionante la calle entera forrada de libros y
fotografías que nos conduce a la salida,
y aprecio que estamos un poco más lejos del islam, al ver un pequeño quiosco
que dice “cerveza con alcohol”. Consigo una lata fresquita por 10 libras, poco
más de 1 €, y nos sentamos en un pequeño bar para comer algo, con un letrero en
castellano que dice “BIENVENIDOA LA CAFETERIA”.
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